lunes, 9 de marzo de 2015

Sobre la Gestión Pública

En el número anterior de este blog señalaba que no obstante los avances impresionantes de las ciencias naturales y la tecnología, las ciencias de gobierno han avanzado muy poco en los últimos siglos. Y Chile no es la excepción. Esta situación fue reiteradamente denunciada por Carlos Matus en varios de sus libros, siendo el más atingente "El Líder sin Estado Mayor" que dedica un capítulo a la casa del Presidente y a la dirección pública.  

En su primera página se lee: “El líder está en una jaula, aislado (a), prisionero (a) de la corte complaciente que controla los accesos a su importante persona. Su jaula es de cristal, transparente y bien iluminada, aunque algunas zonas pequeñas, opacas y sombrías, lo protegen de la observación pública. Es un hombre (o mujer)  sin vida privada, siempre en la vitrina de la opinión ciudadana. El palacio de gobierno es cómodo y dorado, tan amplio como un país, pero tenso, vulnerable y acosado. En él, la vida del líder se asemeja a una actuación teatral agotadora, interminable. Está obligado a representar un papel que no tiene horario. No puede aparecer siempre ante los ciudadanos que representa y dirige como realmente es, ni transparentar sus estados de ánimo. Debe fingir y disimular. A veces debe engañar y mentir como un actor habituado a protagonizar con fidelidad y maestría distintos papeles. La verdad no es su objetivo, es un recurso que utiliza según sea su eficacia en cada momento. Debe elegir entre la verdad, la mentira y el silencio, de acuerdo a los costos y los beneficios. Sabe que no tiene vida privada y hasta el menor detalle de sus actos puede convertirse en noticia y crítica. Todo lo que hace tiene un costo y un premio que aumenta o disminuye su capital político. Cada minuto de su vida pesa en el examen que rinde ante diversos jurados. Todo error es explotado y todo acierto es devaluado por sus oponentes. Ninguna actuación suya escapa a este juicio implacable. Y ese juicio es con frecuencia irresponsable, parcial, apasionado y, a veces, cruel, además de injusto. El gobernante es objeto de la calumnia y del elogio exagerado. El error, propio de cualquier humano, se explota como escándalo en el caso del líder. El mundo de la política no es generoso ni solidario; es competitivo más allá de los límites de la ética. Aún para el líder más duro, esta tensión sería mortal si no pudiera refugiarse esporádicamente en la intimidad de su camarín, la pequeña zona opaca de su jaula. Allí están sus placeres y sus vergüenzas, junto con su círculo de amistades que le ofrece soporte emocional cálido y privacidad. De manera que el dirigente alterna su trabajo agobiante entre la salida a escena, cegado por las luces que iluminan el teatro de su representación política, y el refugio que le depara la intimidad de su círculo de protegidos en la medialuz tenue de un rincón de la jaula de cristal. Allí descansa, se retira de escena y deja de actuar. Pero él no puede elegir la duración y oportunidad de cada salida a escena ni el tiempo de cada momento de refugio y descanso. Tiene sólo un control parcial de su tiempo y de su atención. Su vida le pertenece a medias. El público que sigue su representación entra en su casa y en su oficina, comparte su vida con el ídolo que admira o la cabeza visible que odia. Y si la organización del líder es deficiente, ese control de su tiempo y su privacidad es muy débil. Es un hombre (o una mujer) acosado por las presiones y las urgencias. El ciudadano común sube gradualmente la cuesta empinada de su vida, sólo con su propia carga a sus espaldas. Para llegar a su meta dispone de toda su existencia. El líder, en cambio, lleva sobre sus hombros la carga de todos, debe subir una pendiente abrupta en un tiempo limitado de gobierno, y para ello cuenta con herramientas de trabajo heredadas, de pobre eficacia. Es un ciclista que pedalea la mayor parte del tiempo en el aire, sin aproximarse al objetivo. Su bicicleta es inapropiada y él, su conductor, no está entrenado para esa dura tarea. Tiene las mismas 24 horas que el ciudadano común, aunque acumula sobre sí los problemas más diversos, pequeños, grandes, rutinarios, nuevos y sorprendentes que afectan el colectivo social. Comparte los problemas de muchos hombres y esos hombres adquieren derechos sobre su tiempo y su vida privada. Acepta y ofrece compromisos cumplibles e incumplibles".

La excelente descripción que hace Matus de la situación del líder nos ayuda a comprender también las dificultades que éste enfrenta para pensar el futuro bajo las presiones de un presente demasiado agobiante. Y el líder no es el único que cae en la falta de visión prospectiva. Para incorporar la visión de futuro en la gestión pública debemos cambiar colectivamente nuestra forma de pensar y hacer política. Como antes señalara, soy de los que postulo que la prospectiva es una versión moderna de planificación ya que ésta no es otra cosa que el intento del hombre por gobernar su futuro, por imponer la razón humana sobre las circunstancias. Y en esto, la planificación y la organización institucional del país están en deuda.[1]

Por eso me parece que este blog puede ayudar a difundir trabajos o buenas prácticas sobre esto. Para comenzar les sugiero revisar el articulo de Omar Villanueva en que se pregunta si se seguirá gobernando como en el pasado: Nueva gobernanza para Chile: ¿Seguirán gobernando como en el siglo pasado?

Aprovecho también la ocasión para recomendarles el excelente  trabajo de “Prospectiva y política pública para el cambio estructural en América Latina y el Caribe” de Javier Medina Vásquez, Steven Becerra y Paola Castaño en el que los autores señalan: “La prospectiva aplicada a la gestión pública no es adivinación, profecía, ciencia-ficción ni utopía. No es charlatanería ni la simple especulación de un autor que plantea imágenes de futuro sin posibilidades de realización. En realidad, la prospectiva supone una reflexión estructurada y sistemática acerca de las alternativas futuras de un país, territorio, sector o institución, mediante la interacción organizada con expertos, redes y comunidades, basada en un diálogo fundamentado en hechos y datos. Implica la construcción de visiones de futuro estructuradas, verosímiles, innovadoras, transformadoras y con posibilidades de realización. La prospectiva tampoco es cuestión de utilizar medios informáticos para hacer cálculos exactos acerca de un futuro único, ni surge de la mera inspiración ni del trabajo aislado de una sola persona. Por el contrario, se elabora a partir del trabajo en equipo, con la capacidad de articular la opinión experta de diferentes grupos de personas y comunidades que necesitan ponerse de acuerdo en torno a una visión compartida del futuro, con miras a formular políticas públicas y tomar decisiones adecuadas para el desarrollo de un sistema social".



[1] Recuérdese que Douglass North distingue entre organizaciones e instituciones, siendo aquellas las estructuras que interactúan en el marco formado por éstas. También reconoce, a diferencia del institucionalismo clásico, la existencia de limitaciones no escritas que forman parte de convenciones y prácticas sociales que permiten estructurar las relaciones diarias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario